Tito Ledesma is a vendor benefiting from a pilot program designed to support permitted vendors affected by the Mission Street vending ban on June 21, 2024. Photo by Oscar Palma.
Tito Ledesma is a vendor benefiting from a pilot program designed to support permitted vendors affected by the Mission Street vending ban, on June 21, 2024. Photo by Oscar Palma.

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El viernes a mediodía, María de Jesús vendía joyas y otros accesorios en uno de los seis puestos del lado este de la calle Misión. Otros cuatro vendedores se habían instalado en el lado oeste, vendían desde altavoces hasta joyería.

Parecían -y eran- oficiales. Las casetas tenían toldos similares y todos los vendedores portaban chalecos y camisetas amarillas.

“Estamos contentos porque hemos vuelto y además hay más gente aquí, más tránsito”, dijo de Jesús sobre el programa piloto de la calle Misión entre las calles 23 y 24.

De Jesús y otros vendedores tienen prohibida la entrada a la calle Misión desde el 27 de noviembre. Durante la prohibición, han sido confinados en dos y luego en una zona designada. La prohibición -que sigue en vigor más allá del programa piloto – ha evitado que las plazas del BART se llenen de vendedores, pero también ha impedido que los vendedores autorizados ganen suficiente dinero.

El programa piloto, en el que participan 10 vendedores comenzó el viernes, es el cuarto esfuerzo de la ciudad para encontrar un equilibrio entre permitir la venta y mantener transitables las banquetas y las plazas de BART.

No está claro si este último programa piloto tendrá éxito. Pero no cabe duda de que los ánimos estaban encendidos y el regreso a la calle Misión supuso una victoria para los vendedores.

“Se siente como el primer día de clases (estar aquí en la calle Misión)”, dijo Rodrigo López, presidente de la Asociación de Vendedores de la calle Misión. “Estoy muy contento de que la ciudad nos haya escuchado y apoyado”.

“[Estamos] contentos porque hemos vuelto a nuestra calle. Estamos recuperando lo que nos quitaron” por culpa de los que venden ilegalmente, dijo Luz Ledesma, otra vendedora de la calle Misión.

Ledesma y de Jesús, junto con otros ocho vendedores, fueron los afortunados elegidos por sorteo esta semana.

Ledesma había intentado vender en El Tiangue, uno de los dos lugares autorizados por la ciudad tras la prohibición. Pero, sobre todo, ella y la otra docena de vendedores que participaron en El Tiangue, se sentaron y vieron pocas ventas.

A Ledesma le parecía ilógico sentarse allí a esperar a los clientes, y dijo que ella ganaba $25 dólares a la semana, mientras otros, que ignoraban la prohibición, seguían vendiendo en la calle y ganaban más dinero.

Pero el viernes, de nuevo en la calle Misión, se sintió diferente y a la 1:00 p.m., ya había ganado $50 dólares.

Basándose en las leyes municipales, como la separación obligatoria de dos pies entre puestos, el ayuntamiento, en colaboración con la Oficina de Desarrollo Económico y Laboral de la Alcaldía, determinó que diez puestos cabrían perfectamente en la manzana. Trabajaron con la Asociación de Vendedores Ambulantes de la Misión para acordar la manzana que se utilizaría para el proyecto piloto.

Los vendedores fueron elegidos por sorteo: debían ser miembros de la asociación desde al menos 2021. Catorce vendedores se inscribieron, uno no se presentó y los últimos 10 fueron elegidos por un programa informático.

“No gané, pero sigo apoyando y ayudando”, dijo López, señalando que el apoyo incluye la capacitación de vendedores para que acepten métodos de pago distintos al efectivo, como tarjetas de crédito y Venmo.

Lo que aún no está claro es si se reanudará la venta ilegal. El viernes, un grupo de entre cinco y diez empleados del Departamento de Obras Públicas recorrieron la manzana de arriba abajo con sus chalecos naranja y verde neón, patrullando la zona.

A pesar de su presencia, al menos una vendedora ilegal consiguió trabajar. Estela Estrella sacaba botas y productos de higiene de una gran mochila negra para venderlos en la acera. El Departamento de Obras Públicas ya le había pedido que se marchara, pero parecía indiferente. “Vengo aquí a diario”, dijo Estrella, “Ellos [el Departamento de Obras Públicas] ya se han llevado mis cosas en cuatro ocasiones”.

Según la Oficina de Desarrollo Económico y Laboral de la Alcaldía, entre ocho y nueve de los vendedores seleccionados para la calle Misión también tienen permisos para La Placita, el único espacio autorizado para vendedores que queda.

En La Placita, a menos de dos manzanas, entre las calles 24 y Capp, su ausencia fue notable. Por lo general, 20 puestos estaban instalados en La Placita, pero el viernes ese número se había reducido casi a la mitad. Y, a pesar de la música que sonaba por los altavoces, el espacio parecía vacío porque no había clientes.

Es muy pronto para saber si La Placita sufrirá las consecuencias del nuevo programa piloto, o si esta nueva oportunidad será un beneficio para los vendedores de la calle Misión. Pero por hoy, el espíritu de las y los vendedores ambulantes fue positivo.

“De momento todo va bien. Creo que nos va a ir bien”, afirma María de Jesús, una de las vendedoras de la calle Misión.

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Oscar is a reporter with interest in environmental and community journalism, and how these may intersect. Some of his personal interests are bicycles, film, and both Latin American literature and punk. Oscar's work has previously appeared in KQED, The Frisc, El Tecolote, and Golden Gate Xpress.

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